Pero basta de rodeos. Quiero hablarles del "nuevo galán de chile" (como lo han calificado los medios), del "romántico empedernido", del "romeo sin julieta", del "Quijote sin Dulcinea" o si lo quieren en términos más claros de Edmundo Varas (sin Carolina Bastías).
Me pasa algo raro con este tipo, y no, no es que suspire cada vez que lo vea, ni me tire el pelo, ni deba tomar agua cuando desfila por los estudios de Vértigo o Gigantes con Vivi. Solamente me he dedicado a analizar algunas cosas que este caballero tiene y a formular una teoría propia respecto al nuevo hombre romántico del momento.
Pensemos un poco: ¿hace cuánto tiempo no era fenómeno un hombre romántico? que yo sepa, hace muchísimo. Descartemos por supuesto a los cantantes de balada pop, pues brotan a cada instante y hay para regodiarse. Me refiero a un hombre romántico en esencia como lo es Edmundo. Lo que me perturba es que hayamos llegado al punto de encontrar un fenómeno a un hombre romántico y galán, cuando esa debiera ser el arma histórica de los hombres para conquistar a una mujer. Osea desde los incios de los tiempos pasa, si no, recuerden a Adán cuando le pasó la manzanita a Eva como signo de su amor y le cerró el ojito... en realidad nos cagó a todos los seres humanos restantes, pero eso es cuento aparte.
La cosa es que creo que los hombres podrían pegarse la "cachá" (con tilde por favor) que las mujeres en cierta forma estamos algo cansadas de ser las "superwoman" y dárnoslas de independientes, de mentir diciendo que no nos gustan los chocolates y las rosas, si en realidad, igual babeamos cuando se acerca el galán de teleserie mexicana, aunque sea un momento.
Por eso, es inevitable poner como ejemplo a Edmundo, si tiene todo lo que una mujer apartada del mundo romaticón puede querer: te canta (o lo intenta), te dice cosas al oído, te abraza, te acaricia, cierra el ojo y más encima, le brillan. Es uno de esos hombres perdidos, de esos que ya no se ven más que en las películas o en las novelas románticas, o quizá uno de los que no teme demostrar lo que siente, el que no duda en tirar frases cursis al aire como "el amor es como una cajita de cristal", "yo guardo todo en mi corazón" o "eres el amor de mi vida... el destino lo sabía... lalala". Puede que incluso, su método sirva para aquellos hombres que se consideran poco agraciados y se quejan cuando en realidad no mueven un dedo. Oye, si las mujeres no somos (tan) superficiales... ¿o los hombres no lo son acaso?
Ahora bien, debo reconocer que a pesar de todas estas cualidades que valoro, Edmundo me da un poco de pena. Sí, tal cual. Es que de verdad, es un tipo que salió de un dating show, y lo tiraron al mundo de la televisión, donde, sin un asesoramiento bueno, se irá directo al hoyo. Primero que todo, no sabe responder a lo que le preguntan tirando frases abiertas y generales que jamás contestan la pregunta que le hacen. Ejemplo:
Vivi: Edmundo, ¿te proyectas con Cari?
Ed: Bueno... yo creo que... uno atesora los recuerdos bonitos en su corazón... y yo creo que... hay que darle tiempo al tiempo en verdad, porque yo creo que... el amor es algo que hay que cuidar y cultivar y yo creo que... me quedo con el cariño de la gente.
O está muy bien asesorado, o simplemente no sabe contestar. Y luego le pasan la guitarra para que intente cantar, lo hacen decir "¡qué pasa papá!" (hasta tiene un reggeaton la fracesita) y le regalan una beca para que estudie Kinesiología, a lo más "Teletón", en serio, me dio pena. Por ahí no me está gustando la cosa. Es cierto que proviene de una familia de clase media o media baja, tal como muchos de nosotros, pero tampoco es un discapacitado. El cabro tiene sueños, tiene metas, y la televisión lo está acostumbrando a recibir dinero por hablar sus experiencias con Cari y no descansarán hasta saber si le dió algo más que un beso, o si habla con ella por celular todas las noches. Después de eso, adiós, que la suerte te acompañe.
En resumidas cuentas, Edmundo es el fenómeno del momento, pero no por los pelambres, no por su facha, no por su bla blá, sino que por algo tan noble que hace mucho tiempo no se valoraba en la televisión: la humildad y el romanticismo. En el fondo, es un hombre que se la jugó. Si esas virtudes a muchos les parecen una tontera, que pena. Porque ahí si que no hay esperanza para encontrar príncipes azules y sólo nos queda esperar que el macho chileno siga siendo ese espécimen que se tira eruptos sonoros y se come a las minas en volá de carrete.
¡Que pasa papá!