jueves, noviembre 27, 2008

Mujeres: de corazones a vestidos rojos

Por Daniela Toro Jeria

“En gustos no hay nada escrito”. Al menos eso señala el recurrente dicho que ha sido socialmente aceptado por todos quienes desean evitar una discusión frente a preferencias dispares. Pero aquel constructo social no podría quedar relegado al habla, pues los científicos se encargan constantemente de demostrar que cada comportamiento, pensamiento, suspiro y deseo, tiene una explicación concreta, la cual se puede hallar en el ADN o hasta en la mitocondria de una célula.

Si bien a lo largo del tiempo se han desarrollado una serie de experimentos que han ayudado enormemente a la humanidad, que van desde la cura contra la calvicie hasta la del cáncer, parece ser que la curiosidad de los científicos sobrepasa los límites de lo “realmente necesario” a investigar, sobre todo si pueden valerse de otras ciencias, haciendo una especie de investigación bidisciplinar (ciencia y sicología), que nos explique aquello que a nadie atormenta desconocer.

Un ejemplo de lo anterior se grafica en la noticia que ha circulado principalmente por los diarios electrónicos y portales de tendencias. Ésta señala que “los hombres prefieren a las mujeres vestidas de rojo”, eso según una investigación realizada por la Universidad de Rochester en Nueva York, donde se probó que en un grupo de 100 hombres que participaron en la prueba para calificar la belleza de mujeres en fotografías, la tendencia al percibir a la más bella, estuvo marcada por el color de sus ropas: el rojo[1].

A primera vista, no parece ser un asunto relevante para nadie. Pero no se puede negar que cada vez que se habla de las preferencias de hombres o mujeres, se abre un debate relacionado con la asimetría de géneros, el feminismo, los egos heridos, etc., y aquello no está muy alejado de la realidad. El título de la investigación y la orientación de la noticia ya es un indicio de aquello.

Primero que todo, el estudio está netamente orientado a las preferencias masculinas, lo cual se podría entender como tendiente a rescatar aquella condición de macho dominante que selecciona a sus hembras. Incluso, el mismo experimento se equiparó con el comportamiento de primates, los cuales se sentían atraídos por las hembras cuando éstas se encontraban en período de ovulación, ya que éstas “muestran coloración rojiza, enviando una señal sexual que al parecer las hace más deseadas[2]”.

Dicha situación relega por completo la posibilidad a las mujeres de ser ellas quienes seleccionen al hombre de su agrado, ya que es aquél quien las elige por las señales que éstas emiten y, curiosamente, vestir de rojo sería la solución para ser la elegida. Así mismo, se condena a las féminas solteras a tomar como “receta” usar dicho color para vestir, con el objeto de acaparar miradas y despertar el deseo sexual en los hombres, comprobándose entonces que la mujer se ve como un simple objeto, que puede ser bello o poco agraciado, pero que al colocarle un adorno rojo, puede convertirse por arte de magia en una diosa.

En segundo lugar, debemos considerar que aún con el discurso de la modernidad y el cambio de mentalidad que ha traído el nuevo milenio, a las sociedades les ha costado más de lo que se piensa abandonar la lógica machista imperante del siglo pasado. En este sentido, el simple hecho que este estudio se halla publicado en los medios agrava un mensaje soterrado pero latente que, por supuesto, van en desmedro de la mujer como ser íntegro, relevando su importancia sólo al plano físico.

Los medios de comunicación en general se encargan de vender la imagen de la femme fatal, aquella que debe ser perfecta físicamente; delgada, alta, piel tersa, labios gruesos -a lo Angelina Jolie-, busto grande y medidas perfectas. Por si fuera poco, la mujer “moderna” debe ser autosuficiente, vale decir: tener un trabajo estable en un cargo bien remunerado, hacerse cargo de los hijos, de la casa, de ir al gimnasio y tener tiempo –además- para salir con amigas a tomar un trago de vez en cuando.

El “incumplimiento” de las características mencionadas es un agravante si consideramos que día a día nos bombardean de aquellas imágenes, desde la televisión a las calles invadidas por afiches publicitarios con modelos de cuerpo y sonrisa perfecta. Estas situaciones no serían graves si las mujeres sólo fueran espectadoras de éstos, pero es cierto que muchas veces se hace difícil pasar por alto los mensajes subliminales de que aquello es realmente lo que se debe aspirar a ser, y por lo cual se debe luchar para conseguir.

Por si fuera poco, las depresiones, los femicidios y el aún latente menoscabo hacia el género femenino se avalan científicamente. No puede decirse de otra forma. Por ello, en lugar que estudios como los mencionados constituyan un aporte a la interrelación entre los sexos, solamente apocan a la mujer, la convierten en el blanco y no en quien tiene la posibilidad de disparar. Las mentes más débiles, lamentablemente, seguirán tomando las pautas mediáticas de belleza como el patrón a seguir, haciéndolas luchar muchas veces por imposibles que las afecta tanto social como emocionalmente.

Si se continúa moldeando el quehacer del sexo femenino, o inventando fórmulas para que los hombres exijan en vez de aceptar, probablemente cada nueva tendencia o investigación marcará pautas irreales de lo que se desea. Así como la publicidad vende un problema para que compremos la solución, es una lástima que la sicología y la ciencia, en lugar de promover la armonía entre las personas y buscar el equilibrio de los sistemas sociales, siga ofreciendo problemas más serios que se disfrazan con el color a utilizar.

Tal vez mañana se diga que las mujeres que andan desnudas por la calle estimulan sexualmente a los hombres y por muy evidente que parezca, cuando una autoridad del área sicosocial lo avale, a nadie debería extrañar que algunas osen en seguir la tendencia. No es que las mujeres sean cien por ciento influenciables, pero el ser humano busca ser aceptado por los demás, sin escatimar del todo en los medios que utiliza para ello.

[1] diariodigital.com.do, (2008) artículo: hombres prefieren mujeres vestidas de rojo.

[2] Cfr. Íbidem.

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